En la mayoría de los casos la muerte de alguien cercano nos produce un dolor profundo, nos cuesta hacernos a la idea de su partida y parece como si la vida nos costara el triple. Todos esos sentimientos son muy normales, sobre todo cuando se trata de pérdidas repentinas o enfermedades que nos sacuden de golpe y tenemos que enfrentarnos a una realidad que supera nuestro entendimiento.
Cuántas veces nos habremos preguntado: ¿Por qué esta persona? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? Son muchas las preguntas que nos vienen a la cabeza y para las que nos resulta difícil encontrar una respuesta que calme nuestra inquietud. Entramos en una espiral que nos agota, nos entristece y nos produce cada vez más ansiedad. Pero calma, es bueno hacerse preguntas pues el corazón humano busca respuestas que nos lleven al fin último de nuestra existencia, es algo natural que llevamos en lo más profundo de nuestro ser y que nos hace querer ir al fondo de las cosas.
Nuestra propia naturaleza nos hace desear una vida para siempre junto a las personas que más hemos querido en este mundo y es lo más lógico, pues la experiencia nos dice que hemos sido creados para amar y ser amados. Por eso las despedidas duelen, por eso los desengaños nos hieren y por eso nos rebelamos contra la muerte, porque queremos que el amor no se acabe nunca. Este es el quid de la cuestión.
Ahora, ¿cómo nos enfrentamos a todo esto? Y más cuando nuestra cabeza no deja de pensar y de dar vueltas… ¡Menudo rollo! Vamos a poner un ejemplo: Imagínate que vas caminando por una montaña y te has quedado sin agua, llevas horas sin beber. ¿Qué haces? Lo normal es que busques un río o una fuente, reconoces que la sed es el problema y vas hacia ese objetivo. De la misma forma cuando sientes ansiedad, debes sentirlo con la misma normalidad que si tuvieras sed, enfocar el objetivo y caminar hacia el lugar indicado.
Pero espera, antes de seguir párate un momento, quizá te has encerrado tanto en ti mismo que has olvidado un pequeño detalle… y es que en esa montaña no vas solo. Todos estamos en ella, todos nos hacemos las mismas preguntas, todos deseamos lo mismo que tú y también queremos compartirlo contigo. A lo mejor el que va al lado lleva más agua y puedes pedirle un poco. ¿Lo habías pensado?
No pasa nada por sentir ansiedad como tampoco pasa nada por tener épocas de desolación, no seas duro contigo mismo y permítete el hecho de vivir como humano, es la única manera de reconocernos a nosotros mismos en la plenitud de todo nuestro ser. Déjate llevar y emprende ese camino de conocimiento de uno mismo, levantando la mirada y siendo consciente de todas las personas que caminan a tu lado, verás que es algo maravilloso.
José Manuel Jiménez Palenzuela
Director de Grupo Jericó